1. Porque queremos aulas alegres, dinámicas y bulliciosas. Ello es consecuencia del trabajo creativo y productivo en el que
los alumnos tienen tanta participación como el maestro.
2. Porque cuando el trabajo
docente está alimentado por la actitud gozosa del niño, el aprovechamiento es
muy superior al común, aquel propio de las aulas
en las que el maestro pasa las horas verbalizando sin la participación activa
del alumno. Para que esto ocurra, es preciso que dentro de las aulas exista un
ambiente de convivencia entre maestros y alumnos, en el que siempre esté
presente la común cooperación.
3. Porque el maestro es quien
guía, quien colabora con ellos, quien
ayuda a tomar decisiones, quien proporciona fuentes de información, quien
respeta y es respetable; es en fin, el que no
amenaza ni intimida ni limita y hasta puede ser objeto de crítica si, a juicio
del grupo, comete alguna injusticia. Esta relación maestro-alumno hace posible
un tipo de niño capaz de amar, de comprender y de respetar a los demás, en
justa correspondencia con el amor, la comprensión y el respeto que recibe. En
este ambiente se produce la armonía de intereses que hace posible uno de los
más caros ideales de la Escuela Activa: ¡salvaguardar la alegría del niño!
Cuando acudir a la escuela es motivo de júbilo y de euforia, el niño vive de
acuerdo con su naturaleza.
4. Porque si la relación
maestro-alumno está fortalecida, esta relación no
solamente se traduce en un elevado índice de aprovechamiento sino de madurez emocional, al establecimiento de
relaciones interpersonales constructivas y a la adquisición de la seguridad y
la confianza necesarias para toda la vida futura del niño. Esto es consecuencia
natural de que el niño no tiene que luchar contra el maestro ni defenderse de
él. No habiendo desgaste de energía por estos canales, no teniendo que
rebelarse el niño contra actitudes inflexibles tanto en lo académico como en lo
emocional, el niño es precisamente eso: ¡niño! La escuela activa quiere seguir
sutilmente la pista de la evolución natural del niño, jamás precipitarlo para
que alcance en el menor tiempo posible -a costa de neurosis prematuras- otras
metas y otros objetivos que no sean los propios de su edad.
5. Porque queremos que las
cosas vayan al ritmo que deben ir. La escuela
jamás debería perder de vista que precipitar la madurez es un atentado contra
su naturaleza. El niño tiene derecho a vivir su vida al ritmo que le es propio,
y este ritmo no está signado por la prisa, que es sello distintivo de nuestro
tiempo. Hay infinidad de escuelas que fincan su presunto éxito en la prisa, porque tienen mucha prisa en precipitar la
madurez y el aprendizaje. Lo que se consigue, en todo caso, es que el niño
memorice más y mejor, mas no que comprenda aquello que memoriza y que en tantos
casos es aprendizaje inútil. El tiempo que vivimos los adultos, tiempo de
competitividad salvaje y de celeridad neurótica, ha trastocado el ritmo de maduración
del niño. Así infinidad de gente cree que la buena escuela es aquella que
produce niños que en primer año escriben cincuenta palabras por minuto, dominan
el inglés y operan con el ordenador. ¿Y el niño, en dónde quedó el niño?
6. Porque queremos una
escuela dinamicamente serena y ritmicamente activa,
en contraste con tantos centros de domesticación en los que la represión es
sinónimo de orden y el autoritarismo ha suplantado la disciplina.
7. Porque queremos una escuela en la que el niño viva su vida activamente,
involucrándose, participando, comprometiéndose con el proceso educativo que
corresponda justamente al momento que vive física, emocional e
intelectualmente, esto quiere decir: a su edad.
8. Porque queremos que la inquietud
del niño sea la materia prima que, transformada
en trabajo, da por resultado un aprendizaje racional y un proceso gradual de
madurez del que resulta el niño maduro e inteligente. Nosotros pensamos que los
niños que no son natural y sanamente inquietos deben estar enfermos...o
domesticados por una educación represiva. En aquellas escuelas, la inquietud
del niño se reprime y se mata.
9. Porque los métodos
activos parten del supuesto de que el individuo es un ser en desarrollo. Si tomamos como punto de partida al alumno, se busca estimular
sus esquemas mentales y, así las materias de enseñanza son instrumentos a través de los cuales, se movilizan dichos esquemas. La
disciplina se basa en la responsabilidad y no en la autoridad. Alumnos y
profesores no están tan separados por jerarquías y hay entre ellos intercambios
para que los segundos le puedan guiar a los primeros en su desarrollo personal.
10. Porque en la escuela
activa, las mamas y papas son bienvenidos siempre.
El bienestar y el aprendizaje de las niñas y niños dependen, en primer lugar,
de sus vivencias en su casa y en su familia. Por eso en nuestra escuela queremos
ser un lugar de crecimiento para los niños, pero también para sus mamas y papas.
Si ellos crecen nosotros crecemos con ellos.
Si
tu opción es la educación activa no dudes en ponerte en contacto con nosotros,
queremos que este sueño se haga realidad en León y para eso te necesitamos.
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